El evidente gancho de esta miniserie se encuentra en el magnífico arte del dibujante inglés. En verdad parece que el talento de Alan Davis parece infinito.
El guión de Jim Starlin no termina de tener un foco verdadero de interés, más allá de continuar historias cósmicas por las que se hizo conocido (y con razón) por su estupenda calidad, trabajando de nuevo con personajes que conoce bien y con los que el público le asocia fácilmente. En realidad parece más bien una excusa, pero bendita sea si Davis está en el barco. Él hace que toda la verborrea monologuista de Starlin sea tragable, porque realmente cansa, y vengo de la tradición Claremontiana, en la que textos farragosos no eran un problema para devorar historias complejas e interesantes.
La miniserie no termina, y continúa en la novela Gráfica de The Infinity Finale, con guión del propio Starlin y dibujos de Ron Lim, otro de sus asociados habituales en el pasado.
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