En ocasiones no es fácil hacer un resumen de lo que uno ha contemplado, quizás porque aún no lo ha digerido, o quizás porque resulta complicado expresarlo con palabras.
La nueva película de Terrence Malick seguramente no dejará indiferente a nadie, lo que en términos expresados por Oscar Wilde, sería lo más importante de todo.
Cine experimental en definitiva, cualquier intento de asimilar la estructura o la técnica narrativa convencional del resto de films al uso a este en particular terminará por fracasar, producir dolor de cabeza y apartar la esencia del film de la mente y corazón del espectador. Porque si algo se destaca por encima de todo lo demás en esta película es su potencia abrumadora para transmitir sentimientos, sensaciones y reflexiones internas a través de su hermosísima fotografía y su especialmente acertada música.
Música e imágenes se combinan para absorber la atención por completo, transmitiéndolo todo sin necesidad de la palabra escrita o mencionada.
Quizás Malick haya intentado abarcar lo inabarcable, tomando la vida de una familia humana de la norteamérica del siglo XX como punto central de su oda a la vida. El Amor, el perdón y la aceptación son el punto central de la historia, pero no lo único que hay, y bien lo demuestra el director con un repaso (el mejor que he podido ver en pantalla) fastuoso, elegante, sencillo y brutalmente hermoso a la evolución de la vida en La Tierra.
Mezclar el falso documental con la historia más convencional (no desde el punto de vista formal, pero sí temático) crea problemas a la hora de valorar la cinta, rompiendo esquemas y dificultando el acceso a la propia historia. Tampoco ayuda ese final confuso, en el que con toda seguridad hubiese ayudado una mayor extensión de metraje.
Por otro lado, el acercamiento extremo (cámara en mano, con de nuevo una calidad de fotografía sublime) a la vida familiar rompe todo aquello a lo que estamos acostumbrados a la hora de vivir estas vidas inventadas cinematográficas a las que en ocasiones damos tanta importancia: Uno parece estar allí mismo con los personajes, pensando dentro de su cabeza, acompañándoles por tantas y tantas facetas de la vida que de una manera u otra ya hemos vivido anteriormente en el mundo real. Destaco principalmente al equipo infantil de intérpretes en esta faceta.
Y otro de los maravillosos hallazgos de Malick es su retrato de la infancia: Su manera de reflejar las etapas de un bebé desde el propio útero al nacimiento, los instantes en que reposa en brazos de sus padres, en que da los primeros pasos, en que descubre poco a poco el mundo, a sus hermanos; el momento en que aun sin saber vocalizarlo, siente que ya no está solo en el mundo y que tiene que compartir el amor de una madre... Todos esos instantes son de una belleza prácticamente inalcanzable.
En definitiva El árbol, de la vida es un conjunto de aciertos y de conflictos en la propia búsqueda de la expresión, y lo que no se puede decir tristemente de muchas obras, una fuente de discusión, debate e ideas. Solo por esto ya merecería la pena verse, aunque siga sin haber entendido parte del final (lo reconozco).
La nueva película de Terrence Malick seguramente no dejará indiferente a nadie, lo que en términos expresados por Oscar Wilde, sería lo más importante de todo.
Cine experimental en definitiva, cualquier intento de asimilar la estructura o la técnica narrativa convencional del resto de films al uso a este en particular terminará por fracasar, producir dolor de cabeza y apartar la esencia del film de la mente y corazón del espectador. Porque si algo se destaca por encima de todo lo demás en esta película es su potencia abrumadora para transmitir sentimientos, sensaciones y reflexiones internas a través de su hermosísima fotografía y su especialmente acertada música.
Música e imágenes se combinan para absorber la atención por completo, transmitiéndolo todo sin necesidad de la palabra escrita o mencionada.
Quizás Malick haya intentado abarcar lo inabarcable, tomando la vida de una familia humana de la norteamérica del siglo XX como punto central de su oda a la vida. El Amor, el perdón y la aceptación son el punto central de la historia, pero no lo único que hay, y bien lo demuestra el director con un repaso (el mejor que he podido ver en pantalla) fastuoso, elegante, sencillo y brutalmente hermoso a la evolución de la vida en La Tierra.
Mezclar el falso documental con la historia más convencional (no desde el punto de vista formal, pero sí temático) crea problemas a la hora de valorar la cinta, rompiendo esquemas y dificultando el acceso a la propia historia. Tampoco ayuda ese final confuso, en el que con toda seguridad hubiese ayudado una mayor extensión de metraje.
Por otro lado, el acercamiento extremo (cámara en mano, con de nuevo una calidad de fotografía sublime) a la vida familiar rompe todo aquello a lo que estamos acostumbrados a la hora de vivir estas vidas inventadas cinematográficas a las que en ocasiones damos tanta importancia: Uno parece estar allí mismo con los personajes, pensando dentro de su cabeza, acompañándoles por tantas y tantas facetas de la vida que de una manera u otra ya hemos vivido anteriormente en el mundo real. Destaco principalmente al equipo infantil de intérpretes en esta faceta.
Y otro de los maravillosos hallazgos de Malick es su retrato de la infancia: Su manera de reflejar las etapas de un bebé desde el propio útero al nacimiento, los instantes en que reposa en brazos de sus padres, en que da los primeros pasos, en que descubre poco a poco el mundo, a sus hermanos; el momento en que aun sin saber vocalizarlo, siente que ya no está solo en el mundo y que tiene que compartir el amor de una madre... Todos esos instantes son de una belleza prácticamente inalcanzable.
En definitiva El árbol, de la vida es un conjunto de aciertos y de conflictos en la propia búsqueda de la expresión, y lo que no se puede decir tristemente de muchas obras, una fuente de discusión, debate e ideas. Solo por esto ya merecería la pena verse, aunque siga sin haber entendido parte del final (lo reconozco).
2 comentarios:
Me alegro de que la disfrutaras. Más que las escenas cósmicas, la parte que más me gustó fue el tramo central, dedicado al retrato de la familia.
¡Saludos!
Hola Mike!
Bueno, fue un espectáculo a ratos caótico, a ratos genial.
Sí, engancha más el reconocerse en los personajes o empatizar on ellos.
Un saludo!
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