Vuelven los 90, con algo de lo mejor de esa década que ya entonces se sabía que no iba a pasar a la posteridad como ejemplo de grandes y buenas historias.
Estos Nuevos Guerreros tenían un enfoque muy diferente a todos esos cómics sin narrativa y sin personajes interesantes que sólo mostraban dientes apretados y musculitos: nacían con aire a los cómics clásicos tradicionales, con un grupo de jóvenes inadaptados que querían comerse el mundo, llenos de buenas intenciones pero sin mucha idea de cómo hacerlo, por lo que enganchaban bien con los lectores.
Las historias ofrecían acción, amenazas mundiales o a pequeña escala, y hablaban de maltrato familiar, del dolor por la pérdida de lo más querido, de la imposibilidad de readaptarse a la normalidad anterior, de la dificultad para estar a la altura de lo esperado, de cómo manejarse en dos mundos tan diferentes como el de una atlante y una estudiante universitaria, o de enfrentarse a un pasado de manipulaciones para buscar una nueva vida sin rumbo fijo.
Nicieza guió maravillosamente todas estas historias, y Mark Bagley ya entonces sabía cómo narrar y aplicar dinamismo y buenas caracterizaciones, con un Larry Mahlsted que definió a la perfección sus lápices (mucho más que Al Williamson, que entintó las dos primeras entregas).
En definitiva, un cómic estupendo de superhéroes, que sigue siendo hoy en día una lectura estupenda.
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