"Adoro y temo al mismo tiempo contemplar fotos antiguas.
No importa la distancia; no importan el retratado ni el lugar ni la acción capturada.
Pequeñas ventanas a un mundo perdido, cada imagen encierra un sistema solar. Con algo de suerte, cada palmo tendrá uno.
Miradas ya desaparecidas, guiñando, sonriendo, vibrando repletas de vida. Seres que se nos asemejan a semidioses, que en los antiguos tiempos tuvieron la fortuna de ser contemplados por nuestros hermanos...Detenidos en el tiempo, hermosos y brillantes para siempre.
Todas esas imágenes muestran pérdidas. Las pasadas y las que han de venir.
Hasta nosotros mismos nos convertiremos en cifras.
El puzzle de la Humanidad configurado por los pequeños retazos de nuestros más felices, curiosos, duros y esperanzadores momentos.
Veo a un niño abriendo los ojos al mundo, a un mundo preparado para ser abarcado por unas manos recién alzadas...
Dios y el hombre casi rozándose los dedos, esperando demasiado el uno del otro, pero siempre con una sonrisa cómplice en los labios.
Veo a mi padre joven y orgulloso, atlético...y aún a mi lado.
Y a una niña sonriente con un pequeño juguete en sus manos, que un día me daría forma en su interior y que aún sigue haciéndolo en mi interior.
Pequeños flashes que recuerdan lo que fui e intentan vislumbrar los cambios que ni siquiera uno mismo puede adivinar.
Porque todo tesoro tuvo una vez un dueño.
Porque el anciano aún contiene al joven que una vez ocupó su lugar.
Porque todo reflejo del pasado fue -aún fugazmente- la Realidad por un instante, el summun condensado de la existencia en una pequeña y contenida gota del tiempo.
Busca estas pequeñas gotas una tras otra.
Reflejos de un ser sediento.
Poco a poco consigo juntar algunas. Las justas para humedecer mi sed.
Va a ser una hermosa vida..."
JC
Fotografía por Harry Callahan. Chicago, 1950