martes, 3 de febrero de 2009

El Brujo en "San Francisco, Juglar de Dios"


A mitad de la semana pasada acudí a una de las últimas representaciones de la obra (acabó el domingo en Madrid).

A partir de las investigaciones de Darío Fo
sobre la vida del Santo, Rafael Álvarez recrea con maestría variados aspectos del personaje histórico:

Se nos presenta a una mezla de Santo y rebelde. A un hombre humilde, sencillo y luchador, denunciante de los abusos de los nobles y de la catástrofe de las guerras. Una especie de juglar medieval que se preocupaba del bienestar físico de su pueblo, y que renunció a las posesiones materiales para abrazar a la pobreza como hermana, para no tener que discriminar en la elección del salvado por las dádivas del que posee bienes.
El Brujo una vez más (y van...) sorprende, crea personajes, juega con el lenguaje y la palabra, mezcla temas, tonos y gestos bufos...
La sonrisa está más que presente. La risa reconforta al alma. Y junto a la alegría está la reflexión, el recogimiento y el dolor físico y espiritual por los males del mundo.
Hay espacio para las bromas actuales, para las imitaciones, para conversar animadamente con el público, buscando su complicidad. Uno sale con la sensación de no sólo de haber pasado un buen rato y haber reído bien a gusto. También con aquella de haber sido tratado con respeto e inteligencia. Mi homenaje colorista para él.
Ya acabando la función, y entre las sombras y las escasas luces de la escena, el actor agradecía al público su presencia con estas palabras: "Sus risas están en mis sueños".
En los míos está su palabra.

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