Si en Diario de Invierno, Auster hablaba sobre el proceso de envejecimiento y sobre sus propias vivencias como adulto, en esta su última obra, nos narra sus primeras impresiones, sus primeros recuerdos de infancia, y a partir de ahí se extiende a su infancia más avanzada, aquellas películas que tanto le influenciaron (como a él, El increíble hombre menguante me pareció también fascinante), y remata con la correspondencia con su novia y primera esposa, ya en la etapa juvenil.
Si algo disfruté enormemente fue ese inicio lleno de magia, difíciles interpretaciones y descubrimiento del mundo que Auster narra al inicio. Lleva al lector a recuperar sus propias sensaciones en dicha época, algunas brumosas, otras más claras, otras reinterpretadas a través de los relatos de nuestra gente cercana, o a partir de uno mismo a través de esa base antes oída y reinterpretada por otros.
Todas esas experiencias, recuerdos, imágenes y sensaciones son una verdadera delicia.
Todo lo demás está bien, es interesante de una u otra manera, pero lo que verdaderamente engancha es todo el inicio.
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