jueves, 30 de junio de 2011

Segesta, siglo I a.c.

"Camino sin rumbo fijo... Ni mis pasos ni mi vida lo tienen desde hace ya mucho tiempo. Más del que quisiera recordar.

Mi mujer, mi vida, abandonó este mundo...

Ahora mi alegría me parece un sueño lejano nunca vivido:

falsos recuerdos que extraños y lejanos dioses me otorgaron tan solo para torturarme...

Su preciosa sonrisa y sus ojos profundos ojos color miel brillaban como ninguna joya hizo o hará nunca. Llenó mi existencia como nunca pensé que pudiera hacerlo ninguna cosa o ser en este mundo...

Desde que era apenas un chiquillo tan solo me preocupé de la diversión y de mí mismo. Todo cambió cuando nuestros caminos se cruzaron, aunque entonces no lo comprendí. ¿Cómo podía hacerlo?

¿Cómo puede un niño recién nacido comprender a su hermano mayor agazapado en un rincón, preocupado por las atenciones que recibe el pequeño, mientras intenta disimular su decepción con una forzada sonrisa? ¿Cómo puede el inconsciente adolescente ponerse en el lugar del padre agobiado por las deudas y dificultades de la vida para sacar adelante a su familia? ¿Cómo podía yo reconocer a mi Diosa y Madre, Hermana y Amante, Compañera y Amiga...a aquella que lo significó todo para mí? Y aun así...

Mi ser vibraba en su compañía, feliz y completo al fin, aunque nunca antes hubiese sentido que me faltase algo para estarlo... Recuerdo su esbelto cuello, el nacimiento de su pelo sobre la nuca y la preciosa forma en que sus cabellos se rizaban.

Me veo a mí mismo contemplando extasiado su rostro elegante, inteligente y sincero...y a continuación la veo inerte entre mis brazos, junto a nuestra promesa de una vida más allá de las nuestras. Y así como los indígenas que habitaron estas tierras en tiempos remotos desaparecieron tras el paso de griegos y púnicos -cuyas sociedades e imperios cayeron y desaparecieron a su vez-, yo desapareceré -y conmigo ella, mi amor, mi vida-, al igual que la República caerá pese a todo su poder, como caerá el Templo que ahora mismo contemplo en la lejanía de la gran explanada...

La erosión y el tiempo fluirán sobre él, desgastando sus muros y su base, agotándolo lentamente hasta derribarlo cual manada de lobos en busca de su presa...

Dioses, ¡Dadme Fuerzas! Antepasados, ¡Tened piedad de mí! Lares y Penates, ¡Protegedme!

Pues nada tiene sentido , ni interés ni necesidad salvo el dolor y la angustia, los pedazos de un corazón roto en incontables partes y la esperanza de que el mañana no exista para aquél que consiguió más de lo que jamás se atrevió a soñar y que, por un breve instante entre el nacimiento y la muerte, amó y fue amado..."

J.C.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Wow, me gusta. Muy apocalíptico, pero muy bien escrito. Enhroabuena

The Korinthian dijo...

Carmen, ¡mil gracias!
Ese día estaba de muy buen humor, XD
Besito!