Casi recién acabada la lectura del
Garaje Hermético, y tras conseguir un maravilloso sketch de
Giraud en
Barcelona del
Teniente Blueberry, creo que voy a aprovechar la paga extra para invertir en el autor francés. Desde antes de coleccionar cómics ya tenía un antiguo Blueberry de tapa dura (que cuando comencé a aficionarme cumplía las funciones de base para el resto de los nuevos y excitantes comics que llegaban poco a poco a casa). Me recordaba a aquellas películas del oeste de
Clint Eastwood, con personajes retorcidos, malvados, sudorosos, y casi siempre con dobleces. Traiciones, asesinatos, y la lucha contínua por el dinero. Ya entonces estaba sembrado el germen de atracción por el autor, aunque bien es cierto que tengo pocos de sus trabajos: Algún Blueberry -como mencioné-, una historia corta en el especial
Concrete: Salvar la tierra, el
Silver Surfer con
Stan Lee, algunas ilustraciones sueltas, y el Garaje Hermético.
Respecto a éste último, la historia tiene toques cuasi-oníricos, se desarrolla en un mundo fuertemente influenciado por la ciencia ficción, aparecen conceptos metafísicos e inspiraciones -reconocidas por el autor- en el universo superheroico. Seguramente nada de lo que pueda decir en esta reseña pueda haceros una idea exacta de lo que os podéis encontrar en su lectura. Uno casi espera encontrar las excasas perlas explicativas claras que nos permiten seguir algo más seguros la trama. En ocasiones se hace complicado saber qué está pasando, y uno se pregunta si no es todo más que una comedura de tarro de Moebius. En cualquier caso, las ilustraciones son realmente maravillosas, un prodigio de economía de medios, de sencillez y de elegancia. Una espectáculo visual de luces y sombras (la obra es en blanco y negro) que merece la pena ser contemplada.
Esperaré la anunciada segunda parte.
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