Benedith Cumberbatch brilla en este film con hechuras de cine clásico en el que se homenajea la figura de Alan Turing, descifrador de los códigos encriptados usados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, clave para que los aliados cambiasen el signo de la guerra a su favor.
Turing es la figura del héroe real, con una mente privilegiada para adelantarse a su tiempo, resolver problemas indisolubles hasta entonces y enfrentarse a todas las dificultades que su tiempo le puso delante para conseguir lo que se proponía, a pesar de las dificultades personales para relacionarse con sus semejantes.
Matemático brillante, Turing cambió el signo de la Guerra, permitiendo a los aliandos conocer lo que las comunicaciones alemanas enviaban.
El film mantiene el pulso, la tensión, por medio de la búsqueda de la solución al reto, al tiempo que la figura de Turing se acrecienta gracias a la soberbia interpretación del actor (el destacado también Sherlock televisivo), a través del conflicto entre sus enormes capacidades mentales y sus complicadas relaciones personales.
Se plantean sin ambages entre otras reflexiones: la moralidad de usar o no usar el conocimiento para salvar vidas o no, para no arriesgar la posibilidad de ser descubiertos y echar a perder la posibilidad de salvar a más; el modo en que la humanidad trata y recompensa a sus héroes; la dificultad (y necesidad) de encajar entre los semejantes, de ser amado, reconfortado...
Un más que interesante ejercicio histórico y filosófico...
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