De vez en cuando uno se encuentra con sorpresas más que agradables. Acudí a ver Wall-E, la nueva película de Pixar, el mismo día en que me enteré que existía y que mis amigos iban a verla.
Aparte de una calidad técnica realmente impresionante-que permite ya actualmente recrear mundos digitalmente sin que exista una diferencia significativa con las filmacines del mundo real-, Wall-E alcanza múltiples metas al mismo tiempo sin resultar ni pretenciosa, ni aburrida, ni edulcorada artificialmente -de hecho todo lo contrario-.
Sin contar gran cosa y si destripar ninguna trama, la película -que puede ser disfrutada por los pequeños de la casa y por los más mayores pasando por todas las edades intermedias- habla de la importancia de las pequeñas cosas, del mundo interior de cada uno y de lo preciado que es, del sacrificio, del amor desinteresado, del la importancia del esfuerzo personal para seguir adelante en la vida, de la importancia por cuidar el planeta, del rechazo a dejarse llevar por la corriente, del aislamiento en que las nuevas tecnologías pueden sumergir al hombre, de lo importante que es pensar por sí mismo, de la necesidad del otro para conseguir las metas...
Podría decirse después de la parrafada que la película es un petardazo. Pero la gente de Pixar es tan inteligente que consigue crear un producto con diferentes lecturas para toda la familia, en el que se habla de todo esto, en el que hay cabida para la acción, el humor y las risas, la emoción y el entretenimiento sin más.
Una verdadera delicia para la vista y para el corazón.
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Obra maestra
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