Pese a ser un film bélico, la esencia es básicamente la de una fábula en la que se nos libera de lo más crudo de la guerra para ir a la esencia de la historia: la defensa de la cultura como identidad básica y fundamental de los pueblos y de la civilización humana: La necesidad de preservarla, protegerla y amarla para legarla a las generaciones futuras, para evitar nuevos errores, para hacernos creer en nosotros mismos y para ser mejores y tener vidas más plenas.
El estupendo elenco hace el resto: La curiosa y divertida pareja formada por Bill Murray y Bob Balaban (con alguna de las escenas más dramáticas y emotivas también del film) destaca por encima del resto. Cate Blanchett, maravillosa con ese acento francés y esas construcciones en inglés erróneas; Goodman y Jean Dujardin...
La presentación de los personajes es efectivísima, en apenas unos instantes, y la caracterización viene después en la plena actividad en la que se desarrolla el guión. No se necesita mucho más para encariñarse con ellos. La categoría de los intérpretes y unas pocas líneas de texto hacen lo que debería conseguirse en cada película y que tan poco a menudo se consigue.
La cinta destila ese clasicismo que hace tiempo abundaba en el cine norteamericano, con historias comprometidas, sencillas, enriquecedoras e inspiradoras.
Un pequeño grupo seleccionado de soldados para recuperar obras de arte robadas por la Alemania nazi y devolverlas a sus legítimos dueños.
¿Merece la pena arriesgar vidas humanas para recuperar un objeto, por importante que sea?...
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