Richard Linklater consigue transmitir como ningún otro director hasta ahora el paso del tiempo de la niñez a la adolescencia y juventud con este maravilloso trabajo (ganador en Berlín como mejor director y como mejor película en San Sebastián).
El toque original que muestra un ingenio enorme consiste en que el elenco de intérpretes sufre los efectos del tiempo exactamente igual que los personajes: los pequeños saltos de tiempo entre momentos a lo largo de estos años reflejados en pantalla son reales, puesto que la película se rodó a lo largo de doce años. El que era un niño al inicio será un joven universitario al final.
Aparte del efecto de dicha idea, los intérpretes (Patricia Arquette, Ethan Hawke como padres del protagonista), tanto principales como secundarios, bordan sus reacciones, sus relaciones, la manera de expresar sus sentimientos...el excelente y sólido guión hace que no tengan que andar en la cuerda floja, sino justo todo lo contrario. Los pequeños retazos que componen una vida resumen a la perfección la simulación de la realidad. En todo momento parece que estamos viendo un documental real... Ingenio en las bromas, en la relación del padre con sus hijos, la dificultad de las relaciones entre adultos y el choque y entendimiento entre diferentes generaciones, los cambios que traen los años...
Una verdadera delicia. Cine con mayúsculas...
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